Decidí esperar de boca al suelo con los brazos extendidos, asumiendo en el cuerpo todo el sacrificio que me resulta cavilarte, resolví permanecer allí con la frente fijada al suelo con mi cabeza inmóvil, oyendo, simplemente oyendo, alguna señal que no turbe en vano mi vigilia, dispuse que la única forma de abandonar mi castigo corpóreo, sería percibir tu respiro en mi oído, sin embargo, el tiempo transcurre y lo único que continúo oyendo son pasos, pasos presurosos y seguros, de desconocidos, que se acercan a forzarme y a tratar de liberarme del yugo autoimpuesto, para imponerme otro peor, en aquel cubículo blanquecino donde ya no podré ni siquiera oír.
Comando actualidad con Adrián Pérez.
Hace 9 años
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