"El erotismo es una de las bases del conocimiento de uno mismo, tan indispensable como la poesía."A.N

domingo, 28 de agosto de 2011

Antinatura



Azrael: volviste a mí nuevamente, envuelto de céfiro, me oíste en el silencio de mis palabras,  seguiste el trazo de mi mano bajo la tierra húmeda, finalmente descifraste la amargura del canto, y has venido a mí, para despojarme de un  ciclo más, y te digo: Antinatura, te vuelves y besas mi boca muerta, acusas mi dolor, robas un poco de mí, en ese roce frío, me dejas impávida.  Luego consientes la muerte  bajo mis pies, aunque me abrasa el frío, retorno eternamente a la humedad, al olor de las raíces bajo la tierra, a la madera putrefacta, a los restos desterrados. Así te alejas deseándome  en el aire, y yo te imploro, te busco,  te nombro: Antinatura.

viernes, 26 de agosto de 2011

Sensaciones



Arde el respiro, quema el verso;  sangra la llaga en el vientre, se estremece la carne, se apaga el llanto, se reprime el grito.  Se hunde en la conciencia el frío, las bocas muertas  renacen, se entintan de grana, trazan la palabra, dan vida al verso, inundan al instinto, lo transmutan al deleite, al son de la voz que va ensayando sensaciones nacientes

sábado, 20 de agosto de 2011

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Sentada en la acera, sostenía el cigarrillo en mis manos, mientras lo observaba, un acto poético naciente: el vino sobre la muralla, el forzoso intento por escalar a eso podio improvisado; los transeúntes hipnóticos, absortos en su inmundicia, en sus monomanías.  De vez en cuando alguno se volteaba y miraba repulsivamente, regalando una mirada lastimera o burlesca, hacia la grotesca imagen que emergía en el podio,  yacía allí enjuto y plantado al cemento, su mirada perdida en la locura evidente, pero que cobraba un ápice de cordura al pronunciar tan dolorosas palabras, en confesar la herida ardorosa en el pecho, esa herida abierta ignorada por el vulgo, aunque sangrante y pestilente se acrecentaba con cada palabra… “Me duelen tus palabras”, seguido de un silencio ensordecedor, y risas de la ignorancia deambulante, uno que otro muerto en vida florecía, y se apagaba en el sobresalto o en la risa vacía; a mi costado ella lloraba ahogándose, el motivo podría ser supuesto;  quise imaginar que lloraba amargamente por la angustia que yo sentía. Mientras yo permanecía estoica  al ojo del transeúnte, mientras me desmoronaba en mis entrañas… “Me duelen tus palabras” retumbaba en mi interior y se acrecentaba el dolor…  “Tantas ilusiones”, pronunciaba la voz temblorosa, mientras los necios  reían del grotesco espectáculo del vagabundo, los insensibles no podían ni siquiera imaginar, sería impensable que pudieran contemplar la belleza de aquel acto poético, que era la máxima expresión del dolor, de la incomprensión, del abandono.
Finalmente  como todo artista él  descendió  del escenario, tomó su vacía compañía y abandonó el lugar, recibiendo la paga del ignorante: el desprecio, el asco y la burla, los miro y sepultó su tristeza en lo más hondo de su ser, soltando la mano de la lucidez y abrazando nuevamente a la locura.