La boca se abre finalmente, y la presión mental cede, liberando el desorden caótico ocasionado por aquellas palabras aglutinadas equívocamente, entonces la lengua recuerda su forma bípeda, punzante, y desgarradora; rememora su poderío y lo peligrosa que ha sido teniendo entre su manos el arma más letal que existe. Procede a actuar, con ese actuar desmedido que no sabe cuando acabar. Entonces una vez más el desorden y el desequilibrio mental es evidente. Alrededor prolifera el dolor y la incomprensión por aquel discurso malogrado que no tuvo tiempo de ser disímil
Comando actualidad con Adrián Pérez.
Hace 9 años
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