Quiero tentar al precipicio, deslizar las puntas de mis dedos por sus irregularidades, zigzaguear al borde de las alturas, oler el nervio y la angustia de suponer un derrumbe, unirme obsesivamente al filo de las rocas punzantes que hieren mi carne.
Me trastorna la idea de resbalar y abrazar estrepitosamente el fondo del acantilado, me excita la roca hendida en mi piel, el aire frío que penetra en la carne y el viento mece al cuerpo ligeramente inclinado, el viento sopla, el viento hiela, el viento empuja, el viento ataca, el viento aniquila.
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