Y todo el campo lloró mi palidez de crisálida rota, gimió
fuerte la muerte de mi cría enferma, todo el gris de esa tarde se volvió violáceo,
acusó infame la desgracia inminente, mientras los curvos acechaban su carne
inerte y tierna. Los albores de la humanidad se reducían al espacio mínimo
de la muerte temprana, de la agonía de la fiera herida, de la sangre coagulada,
de la inmensidad de la sabana encrucijada en la atemporalidad de este espacio.
Comando actualidad con Adrián Pérez.
Hace 9 años